Una querida amiga mía me ha pedido que reflexione sobre los apegos. Está a punto de dejar su casa en pos de un nuevo rumbo en su vida y se siente apegada a los recuerdos y a los objetos que va a dejar atrás…
¡qué cosa tan curiosa son los apegos!…cadenas que nos ponemos voluntariamente para no olvidarnos de quienes fuimos…entregamos nuestra devoción a cosas, eventos o personas que nos sucedieron, que poseíamos o que se cruzaron en nuestro camino … ponemos una argolla a nuestra memoria tan pesada que nos lastra de por la vida….
Si tuviera que definir un apego diría que es una idea obsesiva sobre un objeto o persona y que nos proporciona un falso sentimiento de seguridad, identidad y por tanto de felicidad. Pero el apego sobre todo se explica mejor por lo que pierdes …cuanto más te apegas, más miedo tienes a perder lo que deseas, más te empobreces y te entristeces.
De todos los apegos, en mi propia experiencia, los más abyectos son los emocionales, esos que nos hacen dependientes y débiles a cambio de una imagen distorsionada de lo que querríamos que fuera pero que no vemos que no es.
He visto y yo misma he padecido relaciones de apego en los que ponía un 90% de energía a cambio de unas meras migajas de atención y de cariño. Tan grande es a veces nuestro propio vacío.
Un apego es un obstáculo para aprender. Puesto que en la misma esencia del crecimiento está el soltar lo viejo para abrirse a lo nuevo…y es mejor hacerlo ligero de equipaje. Aprender a perder… nuestros amigos orientales lo saben bien a diferencia de nosotros, tan volcados en aprender a ganar.
Propongo retar a nuestro apegos y hacer directamente lo contrario de lo que nos exigen. Aprendamos a perder…cuanto más perdamos…más nos ganamos. Estoy convencida de ello.
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